lunes, 15 de septiembre de 2008

Nicolás Muñoz















En la hora en que los perros ladran

En la hora en que los perros ladran
me gustaría esconderme bajo tierra
no dejar evidencia de mi nombre
fumarme una frontera de espejos sin reflejo
desaparecerme y escarbar como gusano
llegar a las profundidades del mundo
y traspasarlo.

Evadir

Evadir

Evadir

Distraer con carnadas baratas
los gemidos de sus hocicos
mirar las musarañas
como un tonto empedernido
disfrazado de desaciertos.

En la hora en que los perros ladran
me gustaría no recordar el nombre de nadie
no recordar las anécdotas de nadie
ni salir a pasear con nadie
no abrirle la puerta a nadie
ni cerrársela
ni escribirle ni pensarle nada.

Y que no esperen nada de mí
y que no me busquen en mis rincones.

En la hora en que los perros ladran
yo y mi música bonita
despeinando cuicas
descuartizando garabatos
en el baño de un motel de buena muerte
enmascarándome para salir airoso
como siempre
como tal vez nunca
como quizás un día
en la ventolera de un invierno
con las patas en el guatero.

En la hora en que los perros ladran
se revuelcan con las campanas
de la iglesia fantasmagórica
el perro aúlla
y no deja salir un consuelo
en su eterno babear y babear
por una perra imaginaria
que se figura
tras esa puerta que es su encierro

Masturbación mental de perro aullando,
masturbación mental de perro aullando.

En la hora en que los perros ladran
cada oscuridad me entierra en mi mismo
me escondo en mis costillas
y te miro desde mi ombligo
con la cabeza raspando mi corazón
que no significa nada
al lado del enorme corazón
de los perros ladrando
a la hora de las campanas
donde los perros ladran.


Te pueden devorar


Los nazis te pueden devorar
las mujeres, los mal aventurados artistas
la elite política, la coca, la cola,
el sida y el abatimiento.
El control, las heridas
el consumo excesivo del alcohol
los turistas, los i phone,
la garra blanca, las pepas,
la constante presión del suicidio.
La tortura televisiva,
los conglomerados, las monjitas
las puras y castas monjitas
masturbándose bajo sus hábitos.
Los perros quiltros
los huachos chicos
el cigarro, los paraguayos,
los cometas o los dragones
o los hijos de los dragones
o sus parientes cercanos.
Te pueden devorar
los alimentos vencidos
el cólera, el hanta virus,
el bus del colegio
las cínicas viejas meonas conservadoras
con el clítoris castrado.
Te puede devorar tu madre
y la concha de tu madre
los complejos con tu padre
las recriminaciones de tus futuros hijos
y las recriminaciones de los hijos de tus hijos en el futuro.
Te puede devorar tu historia
o la historia que no fuiste
con la que soñaste en cada etapa de tu vida
y que dejaste pasar sin abrir los ojos.
Te puede devorar la histeria,
la catarsis, el embotellamiento de los autos
en la alameda.
Te pueden devorar los piojos
y la falsa biblia bajo tu almohada.
La superstición te puede devorar
la superstición ya te puede estar devorando.
Te puede estar devorando un día domingo
un triste y oscuro día domingo
en tu habitación perdida sin ventana.
Te puede estar devorando la envidia,
la sutileza de la mentira,
el caos mundial, la explosión del sol
o la cascará de un maní.

Pero primero
antes que todo
antes de esperar que te devoren
o de darte cuenta como
te están devorando…

Primero deja devorarte yo
poquito a poquito
engullirte sin masticarte
embalsamarte en mis líquidos salivales
para guardarte enterita en mis entrañas
alimentarte de mi odio y mi tomento
mi ternura y mi satisfacción
como un vomito de pájaro sobre tu boca
como un neón que alumbra tu oscura silueta
en cualquiera de nuestras degradantes callejuelas
de santiago.


Entuerto delimitado

No nos apresuraremos más
En la huida copiosa de esta presura
Este día
(¿O quiero decir, estas noches fortuitas?)
Mi delimitamiento me impide escoger.

¿Soy acaso un sabio?

Estoy desorientado
En fragmentos de piel morena
(como el azúcar, morena como la tarde)
Que componen un puzle demasiado joven.
Huidizo.

¿Será acaso, esa la razón de mi desconsuelo?

Si un hombre no sabe elegir
Ese hombre está muerto.


Fango

Soy yo el que me voy
el que vago, el que abandono,
el que miento enroscándome
como un gato
en la superficie caliente
de una piel que no me pertenece.

Me dueles como un hígado
me dueles como un pulmón disecado
en las esquinas vomito de ti
piernas, plazas, aullidos…

Voy dejando en el camino
costras infectadas
viseras
el cascabel de tu cuello
como un grifo abierto por niños
en el verano.

Tengo asco
me acurruco en mis fétidos muslos
buscando un poco de sol en las esquinas.
Me miento entrando
en condenados bares solitarios.
Me enredo componiendo explicaciones
que ni yo mismo entiendo.

Soy yo el que me voy.

El que me abandono
en mi rincón solitario
juntando partes de ti
en un collage que es pasado.


Fascinación y pérdida

De la pasión múltiple
al complejo despejado en la juventud
voy como niño perdido
buscando en senos ajenos
la maternidad suplantada.

Esquizofrénico
escudriño en la escisión que me fragmenta
ídolos atormentados;
cabelleras como la parca
deciden mi destino solitario.

Así
ciego
las persigo
sin abismos ni vértigo
con la soltura de un niño
que aprende a nadar.

Y me ahogo.

3 comentarios:

Emersson pérez dijo...

Las palabras se me caen
por los agujeros que me dejaron
las fatídicas cuchillas
en manos de musas perdidas.


exelente

Mixha Zizek dijo...

Leerte otra vez... es leerte siempre
un saludo para ti

Ana Rosa Bustamante M. dijo...

me gusta el florerito quebrado.
de todo cabe en este mundo mientras no mate. busco el placer íntimo (rilke). saludos desde valdivia.

http://anarosabustamantevaldiviachile.blogspot.com